Feliz comienzo de otoño, por este lado del hemisferio ha comenzado esta estación una de mis favoritas y por ahora estoy en una isla hermosa disfrutando de mis pocos días de vacaciones.
Hoy comenzamos con una tema muy interesante que nos habla Susi sobre las mentiras en los niños.
Espero sea como de siempre de mucha ayuda y le dejo con el artículo para que lo disfruten.
Es clásico el cuento de PINOCHO.
El muñeco dotado de vida, miente más que habla. Pero entonces, le crece la nariz, de modo que todo el mundo sabe que miente.
Si a nuestros niños les creciera la nariz…
¡Ay! Pero es que a ¿quién no le crece la nariz en alguna ocasión?
Los niños copian lo que ven, lo que perciben. Si los papás mienten (y los niños lo descubren) entonces los niños imitan las mentiras. Si la niñera miente, pasa igual. Un ejemplo fácil: se han portado mal y la niñera está enfadada y aplica un castigo exagerado. Más tarde, se arrepiente y no cumple lo que ha dicho. Con este comportamiento lo que enseña es que su palabra no tiene valor, que miente, que no hay que creerla.
Veamos que dice el diccionario sobre el verbo mentir:
Decir deliberadamente lo contrario de lo que se sabe, se cree o se piensa que es verdad con el fin de engañar a alguien.
Con esta definición podemos comprender que los niños pequeños realmente, no mienten.
Los niños y niñas menores de cinco años, cuando no dicen la verdad (que nosotros entendemos) es porque su pensamiento mágico, esa capacidad de no distinguir claramente entre la realidad física y la realidad mental (fantasía), está actuando. En estas edades no hay que prestar demasiada atención a estas versiones que nos da el niño, y desde luego no decirle que miente, porque ni siquiera comprende lo que mentir.
Cuando el niño crece, aprende a mentir. Las razones suelen ser las siguientes:
Por frustración. Cuando el niño desea algo y tiene que esperar o no lo consigue. La rabia que siente y su incapacidad todavía para tolerar la frustración, le impulsan a decir lo que no es. Por ejemplo, no quiere compartir sus juguetes con otro niño y dice que tiene pocos, o que ya se lo prestó antes.
Para llamar la atención. Inventa que le duele algo, inventa problemas donde no los hay. Eso está motivado porque el niño siente que no recibe la atención que necesita. En familias disfuncionales, un niño prefiere portarse mal y que le riñan o castiguen, a ser invisible, a que no le presten atención.
Por exceso de exigencia. Cuando el entorno del niño es demasiado exigente, el niño puede mentir para que sus padres (o niñera) crean que están en el nivel requerido y no defraudarles.
Por imitación. Es el ejemplo con el que comenzaba el artículo. Tenemos que tomar conciencia de que los adultos que estamos en contacto con los niños, actuamos como modelo con cualquiera de nuestros comportamientos.
Por miedo al castigo. Los niños y niñas desean fervientemente ser amados por los adultos que los rodean. Los niños perciben la decepción que causan en sus papás y hacen lo que sea por evitársela. Así que si han de mentir, pues mienten. Y también para escapar del castigo (que ya he comentado en otro momento que es muy ineficaz, porque tiene unas implicaciones emocionales muy negativas).
El pilar fundamental para evitar la mentira en los niños, es la sinceridad. Los adultos somos los primeros que hemos de decir la verdad. Cuando la comunicación es franca, indica que existe respeto, que tenemos en cuenta al otro, que confiamos en que ese otro es capaz de encajar la verdad (con las emociones negativas o dolorosas que conlleva). Si has roto una cosa y me lo dices, lo puedo comprender. Si me mientes para que no me enfade, entonces es cuando me enfado, porque la mentira en el fondo, es una falta de respeto, es una falta de confianza.
El niño ha de sentirse seguro, que confían en él. De manera que es necesario demostrarle con regularidad que sí que confiamos en él, que sabemos que está aprendiendo y a veces se equivoca, que nuestro afecto queda intacto, haga lo que haga.
Cuando nuestro niño o niña miente solo ocasionalmente, hay poco de lo que preocuparse. Ahora bien ¿y si esta frecuencia aumenta mucho? Hemos de entender que si es así, la mentira es una forma del niño de pedir auxilio, y debemos detenernos a observar que le está pasando y cómo podemos ayudarle.
Hay dos casos en los que hemos de actuar:
Cuando la mentira surge de un nivel elevado de ansiedad. Por la exigencia de la escuela, el niño puede inventar que le tienen “manía” los profesores. Por la exigencia de un padre que anhela que su hijo sea un gran deportista (y al hijo no le gusta mucho el deporte), puede inventar cancelaciones de entrenamiento, que lo lleva otro padre, para esquivar la presión.
Cuando la mentira surge del niño que quiere persuadir a los demás de la realidad de sus relatos, y lo hace a conciencia. Es la manera que el niño aprende para responder ante las exigencias de su vida. Mentir se convierte en su manera de vivir.
Cómo hemos de actuar:
Lo primero es mostrarles las consecuencias de sus mentiras en los demás, en el entorno, en ellos mismos. El tono emocional que mostremos ha de ser neutro, con el objetivo de que el niño se sienta tranquilo y pueda escuchar de verdad lo que le decimos. Cuando nos sentimos mal, la capacidad de entender se bloquea y de verdad, no pillamos lo que nos están diciendo o mostrando.
No aplicar nunca un castigo (por la connotación negativa a nivel emocional) sino aplicar la pérdida de privilegios. Tal conducta tuya cuesta que pierdas esto que te gusta. Esto funciona mucho mejor que el castigo porque da la oportunidad al niño de elegir: si miento, me pierdo esto que me gusta. Si digo la verdad, lo conservo, puedo hacerlo/verlo/disfrutarlo.
Averiguar las causas de sus mentiras y poner remedio. Bajar la exigencia, apoyarle para que supere desafíos, comunicarnos mejor con él, mostrarle confianza, que creemos que puede y quiere aprender a decir la verdad, a calibrar las consecuencias, a ser valiente y admitir esas consecuencias.
Por hoy, llegamos hasta aquí, ¡un abrazo queridas niñeras!
TRUCO
USAR DIBUJOS Y PINTURAS PARA CREAR CONFIANZA Y COMUNICACIÓN
Los niños tienen un pensamiento diferente al de los adultos. No tienen todavía conciencia del propio yo. Viven el presente y no recuerdan muchas cosas que les duelen. Para comunicarnos con ellos –desde los 3 años a los 8 años aproximadamente- tenemos un medio fabuloso: los dibujos y pinturas. Podemos dibujar escenas, situaciones, que sabemos que son difíciles para nuestro niño o niña y contar una historia de superación. Imaginemos que tiene que ir a la piscina y no le gusta, le da algo de miedo. Pues dibujamos un estanque y algunos perritos que se bañan y juegan (los animales son mejor ejemplo que las personas porque el niño se identifica más fácilmente) y se lo pasan bien. Hay un perrito que no quiere meterse, pero uno de sus amigos le llama y al final le hace caso y se lanza al estanque. Se lo está pasando bien, ahora que sabe lo que es, le gusta. Entonces le pedimos al niño que dibuje él cuando va a ir a la piscina y le ayudamos a expresar sus miedos y también cómo los vence. La calidad de los dibujos es irrelevante. Podemos dibujar auténticos monigotes, porque lo que cuenta es la acción que se desarrolla con los dibujos. Y los dibujos del niño o niña, lo mismo. Lo que es importante es que trace líneas que representan acciones y emociones. Pero también podemos usar los dibujos para crear confianza, para dedicar un rato en exclusiva al niño o niña, para dar la oportunidad que él se exprese y nosotros le estemos prestando atención. |
Muchas gracias Susi por tu gran aportación, quiero agradecerte por todo este tiempo que nos has compartido con todos tus artículos y que han sido de mucha ayuda tanto para mi como otras madres y niñeras.
Por hoy me despido y sigo disfrutando de mis vaciones, nos vemos en la próxima entrada.
Besos,
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